Revertir el noir: Cruz, de Nicolás Ferraro

Nora de la Cruz
Marzo- abril de 2021

 

 

Desde hace unos años, Nitro Press, editorial independiente mexicana, ha dejado notar su interés por el género negro. Desde la creación de una colección enteramente dedicada a este tipo de historias y la organización de un evento donde se conversa acerca de su desarrollo en el panorama mexicano, parece justo decir que se trata de una de sus apuestas principales, incluso distintivas. Personalmente, ese tipo de narrativa no es la que más me interesa, sin embargo, varias recomendaciones me llevaron a leer Cruz, novela del argentino Nicolás Ferraro, recientemente publicada por este sello.

La novela, además, goza del prestigio que otorga haber sido finalista en un concurso literario. Previamente editada en el Cono Sur, Cruz es la historia de una familia de hombres implicados en la delincuencia por diferentes razones. Samuel, el padre, un criminal legendario por la violencia que ejerce sobre sus víctimas y, de cierto modo, por lo mucho que la disfruta; Seba, el hijo mayor, antigua promesa del futbol que tuvo que asumir las “responsabilidades” de su padre cuando lo llevaron a prisión, y Tomás, el protagonista, que debe tomar su lugar en este linaje cuando su hermano sufre el mismo destino.

Si una cosa se reconoce desde el inicio de la novela es esta especie de tono trágico: el ejercicio de la violencia no es una frivolidad, como aparentemente ocurre en otras historias del género, sino una especie de condena que sitúa a los individuos ante dilemas que van más allá de lo moral. En este sentido, la novela apuesta desde el principio por equilibrar la atención entre la dimensión externa de la historia (la de las golpizas, los bares de mala muerte y los autos que acechan de madrugada) y la interna (la de los recuerdos infantiles, las lealtades familiares y las carencias afectivas). Esta decisión es sostenida con buen pulso por el autor, lo cual abre esta novela a un diálogo con un público más amplio, pues me atrevo a afirmar que puede ser interesante incluso para quienes no son aficionados al género negro (como yo, por ejemplo).

Eso sí: las lecciones del género están bien aprendidas y ejecutadas. La trama engancha casi desde el principio y constantemente renueva nuestro interés. Todos los eventos que cuenta son interesantes y producen la fascinación repulsiva que nos mantiene a la vez asqueados y enganchados. No exagero si digo que en más de una ocasión tuve que cerrar el libro por lo gráfico de las escenas de tortura. Desde el principio, los escenarios nos resultan familiares por realismo y crudeza, y Ferraro sabe usar esta sordidez a favor de la historia que le interesa contar, a la vez que pone el dedo en la llaga de las miserias de nuestro continente. Hay persecuciones y trata de blancas, tipos duros y corrupción, mujeres convertidas en mercancías y hombres tratándolas como tales.

Esa representación de la mujer sea, tal vez, uno de los rasgos más chocantes en una historia que, por otra parte, desafía con mucha inteligencia otras convenciones. Los protagonistas, por ejemplo, no son seres unidimensionales, ni responden a los estereotipos de este tipo historias. Por el contrario, tienen vida interior y piensan en asuntos que se suelen considerar típicamente femeninos: el amor, la crianza, la familia. No diría que estas preocupaciones los definen, pero en comparación con otras novelas ciertamente representan una disonancia. Pese a esto, las mujeres se mantienen, ellas sí, como seres unidimensionales, reducidos a su facultad de provocar deseo, a su intención de “salvar” al hombre amado, o a su condición de víctimas sin agencia. No me parece mucho pedir un trazo igual de inteligente para las figuras femeninas, sobre todo porque la capacidad narrativa de Ferraro es más que evidente y además porque su mirada hacia la condición de las mujeres es aguda y compasiva.

Otro acierto de la novela es que, si bien la trama noir se mantiene en todo momento, resulta evidente que para el autor lo más interesante de ella es el asunto familiar. Cruz es una historia de criminales, pero su complejidad está dada por su exploración, modesta pero digna, de las relaciones entre hermanos y entre padres e hijos. A este respecto, Ferraro también sabe ir en contra de las convenciones ideológicas tan arraigadas en nuestro continente. ¿La familia es siempre lo primero? ¿Se puede contravenir ese mandato? Es notable que el autor decida usar la dimensión externa del relato como telón de fondo para dar cuenta de una transformación emocional. Con esto no quiero decir que estemos ante un relato de dimensiones dostoievskianas, pero sí ante uno más profundo de lo que se espera del noir.

También considero importante señalar que la novela ofrece una dificultad adicional para sus lectores mexicanos. Ubicada en el Cono Sur, está escrita en una lengua que se nutre no solamente del registro de los bajos fondos argentinos, sino de la convivencia con las lenguas de otras regiones, como Paraguay o Brasil. Por supuesto que este rasgo da cuenta de la capacidad literaria del autor, pero demanda mucho de un lector distante de ese contexto. En toda justicia, tampoco resulta un obstáculo insalvable.

Cruz no es, por supuesto, una novela perfecta. Casi ninguna lo es. Sin embargo, puedo decir que consigue algo cada vez menos frecuente: producir curiosidad respecto a lo que pueda crear su autor en su carrera, que apenas comienza.

Cruz

Nicolás Ferraro

México, Nitro Press/uanl, 2019, 196 pp.

Ir al inicio

Nora de la Cruz

Autora de la novela Te amaba y me chingaste (Vodevil, 2018), y el libro de relatos Orillas (Paraíso Perdido, 2018). Compiladora del volumen Bidi Bidi Bom Bom: diez y cinco writers en torno a Selena (Paraíso Perdido, 2019).


Compartir